girando corazon, girando.

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El amor es un circulo vicioso…
Es un dualismo de sensaciones
Es un si y es un no
Es un instante , es una hora, es una vida que cambia cuando se ama.
Y cuando no se corresponde, cuando lastima, cuando falta, falla, o no se aguanta,cuando no se sabe a donde ir, rondamos y giramos siempre sobre lo mismo… entre el dualismo entre lo que se tiene y lo que se quiere. Lo que paso, y lo que podria pasar. ¿Y en donde estoy parada? en mitad del circulo. girando corazón  girando, te podes marear, caer… tropezar. 

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Los asuntos pendientes guardados en un rincon de tu mente y tu corazon regresan hoy para decirte «no me olvides». En algun momento, fuiste feliz con esa persona. Tus ojos brillaban, tu voz temblaba, tus manos quizas sudaban , y su mirada era el reflejo de los latidos de su corazon enamorado. En un tiempo lejano, donde el fin no parecia existir, soñaste con formar una familia numerosa con esa persona tan especial. En aquel tiempo que todo era una maravilla, un sueño hecho realidad.

Esos asuntos deberan dejar de estar pendientes para dejar de resonar en todas las paredes de tu mente. Porque es hora de descansar el pasado, dejarlo guardado y solo sonreir al recordar.

Al tener un asunto pendiente no se lo puede cargar de sonrisas, sino de dudas. Dudas que lastiman, dudas que no se olvidan ni se dejan de replantear.

Preguntas del pasado que no se podrá nunca responder. Tan solo serán instantes de recuerdos oxidados pero dolorosos por las promesas que no se llegaron a cumplir, inconclusas en el deseo murieron sin tener esperanza de un «después».

Si nunca llegas a superar ese amor, jamas volveras a ver brillar la luz del sol.

renacer con otra historia.

 

Debes dejar ir volando a esa historia…. pero vos, vos…

 

vos no me olvides

vos no me borres

vos no.

No quiero quedar guardada en un olvido

en una sonrisa de «lo pasado»

en una cancion que juntos escuchabamos.

en un rincon

no me dejes ir tan facil

 

que aun , nuestra historia no tiene fin.

aun, yo uso puntos suspensivos….

El príncipe feliz

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En la parte más alta de la ciudad, sobre una columnita, se alzaba la estatua del Príncipe Feliz.

Estaba toda revestida de madreselva de oro fino. Tenía, a guisa de ojos, dos centelleantes zafiros y un gran rubí rojo ardía en el puño de su espada.

Por todo lo cual era muy admirada.

-Es tan hermoso como una veleta -observó uno de los miembros del Concejo que deseaba granjearse una reputación de conocedor en el arte-. Ahora, que no es tan útil -añadió, temiendo que le tomaran por un hombre poco práctico.

Y realmente no lo era.

-¿Por qué no eres como el Príncipe Feliz? -preguntaba una madre cariñosa a su hijito, que pedía la luna-. El Príncipe Feliz no hubiera pensado nunca en pedir nada a voz en grito.

Me hace dichoso ver que hay en el mundo alguien que es completamente feliz -murmuraba un hombre fracasado, contemplando la estatua maravillosa.

-Verdaderamente parece un ángel -decían los niños hospicianos al salir de la catedral, vestidos con sus soberbias capas escarlatas y sus bonitas chaquetas blancas.

-¿En qué lo conocéis -replicaba el profesor de matemáticas- si no habéis visto uno nunca?

-¡Oh! Los hemos visto en sueños -respondieron los niños.

Y el profesor de matemáticas fruncía las cejas, adoptando un severo aspecto, porque no podía aprobar que unos niños se permitiesen soñar.

Una noche voló una golondrinita sin descanso hacia la ciudad.

Seis semanas antes habían partido sus amigas para Egipto; pero ella se quedó atrás.

Estaba enamorada del más hermoso de los juncos. Lo encontró al comienzo de la primavera, cuando volaba sobre el río persiguiendo a una gran mariposa amarilla, y su talle esbelto la atrajo de tal modo, que se detuvo para hablarle.

-¿Quieres que te ame? -dijo la Golondrina, que no se andaba nunca con rodeos.

Y el Junco le hizo un profundo saludo.

Entonces la Golondrina revoloteó a su alrededor rozando el agua con sus alas y trazando estelas de plata.

Era su manera de hacer la corte. Y así transcurrió todo el verano.

-Es un enamoramiento ridículo -gorjeaban las otras golondrinas-. Ese Junco es un pobretón y tiene realmente demasiada familia.

Y en efecto, el río estaba todo cubierto de juncos.

Cuando llegó el otoño, todas las golondrinas emprendieron el vuelo.

Una vez que se fueron sus amigas, sintióse muy sola y empezó a cansarse de su amante.

-No sabe hablar -decía ella-. Y además temo que sea inconstante porque coquetea sin cesar con la brisa.

Y realmente, cuantas veces soplaba la brisa, el Junco multiplicaba sus más graciosas reverencias.

-Veo que es muy casero -murmuraba la Golondrina-. A mí me gustan los viajes. Por lo tanto, al que me ame, le debe gustar viajar conmigo.

-¿Quieres seguirme? -preguntó por último la Golondrina al Junco.

Pero el Junco movió la cabeza. Estaba demasiado atado a su hogar.

-¡Te has burlado de mí! -le gritó la Golondrina-. Me marcho a las Pirámides. ¡Adiós!

Y la Golondrina se fue.

Voló durante todo el día y al caer la noche llegó a la ciudad.

-¿Dónde buscaré un abrigo? -se dijo-. Supongo que la ciudad habrá hecho preparativos para recibirme.

Entonces divisó la estatua sobre la columnita.

-Voy a cobijarme allí -gritó- El sitio es bonito. Hay mucho aire fresco.

Y se dejó caer precisamente entre los pies del Príncipe Feliz.

-Tengo una habitación dorada -se dijo quedamente, después de mirar en torno suyo.

Y se dispuso a dormir.

Pero al ir a colocar su cabeza bajo el ala, he aquí que le cayó encima una pesada gota de agua.

-¡Qué curioso! -exclamó-. No hay una sola nube en el cielo, las estrellas están claras y brillantes, ¡y sin embargo llueve! El clima del norte de Europa es verdaderamente extraño. Al Junco le gustaba la lluvia; pero en él era puro egoísmo.

Entonces cayó una nueva gota.

-¿Para qué sirve una estatua si no resguarda de la lluvia? -dijo la Golondrina-. Voy a buscar un buen copete de chimenea.

Y se dispuso a volar más lejos. Pero antes de que abriese las alas, cayó una tercera gota.

La Golondrina miró hacia arriba y vio… ¡Ah, lo que vio!

Los ojos del Príncipe Feliz estaban arrasados de lágrimas, que corrían sobre sus mejillas de oro.

Su faz era tan bella a la luz de la luna, que la Golondrinita sintióse llena de piedad.

-¿Quién sois? -dijo.

Soy el Príncipe Feliz.

-Entonces, ¿por qué lloriqueáis de ese modo? –preguntó la Golondrina-. Me habéis empapado casi.

-Cuando estaba yo vivo y tenía un corazón de hombre -repitió la estatua-, no sabía lo que eran las lágrimas porque vivía en el Palacio de la Despreocupación, en el que no se permite la entrada al dolor. Durante el día jugaba con mis compañeros en el jardín y por la noche bailaba en el gran salón. Alrededor del jardín se alzaba una muralla altísima, pero nunca me preocupó lo que había detrás de ella, pues todo cuanto me rodeaba era hermosísimo. Mis cortesanos me llamaban el Príncipe Feliz y, realmente, era yo feliz, si es que el placer es la felicidad. Así viví y así morí y ahora que estoy muerto me han elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas las miserias de mi ciudad, y aunque mi corazón sea de plomo, no me queda más recurso que llorar.

«¡Cómo! ¿No es de oro de buena ley?», pensó la Golondrina para sus adentros, pues estaba demasiado bien educada para hacer ninguna observación en voz alta sobre las personas.

-Allí abajo -continuó la estatua con su voz baja y musical-, allí abajo, en una callejuela, hay una pobre vivienda. Una de sus ventanas está abierta y por ella puedo ver a una mujer sentada ante una mesa. Su rostro está enflaquecido y ajado. Tiene las manos hinchadas y enrojecidas, llenas de pinchazos de la aguja, porque es costurera. Borda pasionarias sobre un vestido de raso que debe lucir, en el próximo baile de corte, la más bella de las damas de honor de la Reina. Sobre un lecho, en el rincón del cuarto, yace su hijito enfermo. Tiene fiebre y pide naranjas. Su madre no puede darle más que agua del río. Por eso llora. Golondrina, Golondrinita, ¿no quieres llevarle el rubí del puño de mi espada? Mis pies están sujetos al pedestal, y no me puedo mover.

-Me esperan en Egipto -respondió la Golondrina-. Mis amigas revolotean de aquí para allá sobre el Nilo y charlan con los grandes lotos. Pronto irán a dormir al sepulcro del Gran Rey. El mismo Rey está allí en su caja de madera, envuelto en una tela amarilla y embalsamado con sustancias aromáticas. Tiene una cadena de jade verde pálido alrededor del cuello y sus manos son como unas hojas secas.

-Golondrina, Golondrina, Golondrinita – dijo el Príncipe-, ¿no te quedarás conmigo una noche y serás mi mensajera? ¡Tiene tanta sed el niño y tanta tristeza la madre!

-No creo que me agraden los niños -contestó la Golondrina-. El invierno último, cuando vivía yo a orillas del río, dos muchachos mal educados, los hijos del molinero, no paraban un momento en tirarme piedras. Claro es que no me alcanzaban. Nosotras las golondrinas volamos demasiado bien para eso y además yo pertenezco a una familia célebre por su agilidad; mas, a pesar de todo, era una falta de respeto.

Pero la mirada del Príncipe Feliz era tan triste que la Golondrinita se quedó apenada.

-Mucho frío hace aquí -le dijo-; pero me quedaré una noche con vos y seré vuestra mensajera.

-Gracias, Golondrinita -respondió el Príncipe.

Entonces la Golondrinita arrancó el gran rubí de la espada del Príncipe y, llevándolo en el pico, voló sobre los tejados de la ciudad.

Pasó sobre la torre de la catedral, donde había unos ángeles esculpidos en mármol blanco.

Pasó sobre el palacio real y oyó la música de baile.

Una bella muchacha apareció en el balcón con su novio.

-¡Qué hermosas son las estrellas -la dijo- y qué poderosa es la fuerza del amor!

-Querría que mi vestido estuviese acabado para el baile oficial -respondió ella-. He mandado bordar en él unas pasionarias ¡pero son tan perezosas las costureras!

Pasó sobre el río y vio los fanales colgados en los mástiles de los barcos. Pasó sobre el gueto y vio a los judíos viejos negociando entre ellos y pesando monedas en balanzas de cobre.

Al fin llegó a la pobre vivienda y echó un vistazo dentro. El niño se agitaba febrilmente en su camita y su madre habíase quedado dormida de cansancio.

La Golondrina saltó a la habitación y puso el gran rubí en la mesa, sobre el dedal de la costurera. Luego revoloteó suavemente alrededor del lecho, abanicando con sus alas la cara del niño.

-¡Qué fresco más dulce siento! -murmuró el niño-. Debo estar mejor.

Y cayó en un delicioso sueño.

Entonces la Golondrina se dirigió a todo vuelo hacia el Príncipe Feliz y le contó lo que había hecho.

Es curioso -observa ella-, pero ahora casi siento calor, y sin embargo, hace mucho frío.

Y la Golondrinita empezó a reflexionar y entonces se durmió. Cuantas veces reflexionaba se dormía.

Al despuntar el alba voló hacia el río y tomó un baño.

-¡Notable fenómeno! -exclamó el profesor de ornitología que pasaba por el puente-. ¡Una golondrina en invierno!

Y escribió sobre aquel tema una larga carta a un periódico local.

Todo el mundo la citó. ¡Estaba plagada de palabras que no se podían comprender!…

-Esta noche parto para Egipto -se decía la Golondrina.

Y sólo de pensarlo se ponía muy alegre.

Visitó todos los monumentos públicos y descansó un gran rato sobre la punta del campanario de la iglesia.

Por todas parte adonde iba piaban los gorriones, diciéndose unos a otros:

-¡Qué extranjera más distinguida!

Y esto la llenaba de gozo. Al salir la luna volvió a todo vuelo hacia el Príncipe Feliz.

-¿Tenéis algún encargo para Egipto? -le gritó-. Voy a emprender la marcha.

-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Príncipe-, ¿no te quedarás otra noche conmigo?

-Me esperan en Egipto -respondió la Golondrina-. Mañana mis amigas volarán hacia la segunda catarata. Allí el hipopótamo se acuesta entre los juncos y el dios Memnón se alza sobre un gran trono de granito. Acecha a las estrellas durante la noche y cuando brilla Venus, lanza un grito de alegría y luego calla. A mediodía, los rojizos leones bajan a beber a la orilla del río. Sus ojos son verdes aguamarinas y sus rugidos más atronadores que los rugidos de la catarata.

-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Príncipe-, allá abajo, al otro lado de la ciudad, veo a un joven en una buhardilla. Está inclinado sobre una mesa cubierta de papeles y en un vaso a su lado hay un ramo de violetas marchitas. Su pelo es negro y rizoso y sus labios rojos como granos de granada. Tiene unos grandes ojos soñadores. Se esfuerza en terminar una obra para el director del teatro, pero siente demasiado frío para escribir más. No hay fuego ninguno en el aposento y el hambre le ha rendido.

-Me quedaré otra noche con vos -dijo la Golondrina, que tenía realmente buen corazón-. ¿Debo llevarle otro rubí?

-¡Ay! No tengo más rubíes -dijo el Príncipe-. Mis ojos es lo único que me queda. Son unos zafiros extraordinarios traídos de la India hace un millar de años. Arranca uno de ellos y llévaselo. Lo venderá a un joyero, se comprará alimento y combustible y concluirá su obra.

-Amado Príncipe -dijo la Golondrina-, no puedo hacer eso.

Y se puso a llorar.

-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Príncipe-. Haz lo que te pido.

Entonces la Golondrina arrancó el ojo del Príncipe y voló hacia la buhardilla del estudiante. Era fácil penetrar en ella porque había un agujero en el techo. La Golondrina entró por él como una flecha y se encontró en la habitación.

El joven tenía la cabeza hundida en las manos. No oyó el aleteo del pájaro y cuando levantó la cabeza, vio el hermoso zafiro colocado sobre las violetas marchitas.

-Empiezo a ser estimado -exclamó-. Esto proviene de algún rico admirador. Ahora ya puedo terminar la obra.

Y parecía completamente feliz.

Al día siguiente la Golondrina voló hacia el puerto.

Descansó sobre el mástil de un gran navío y contempló a los marineros que sacaban enormes cajas de la cala tirando de unos cabos.

-¡Ah, iza! -gritaban a cada caja que llegaba al puente.

-¡Me voy a Egipto! -les gritó la Golondrina.

Pero nadie le hizo caso, y al salir la luna, volvió hacia el Príncipe Feliz.

-He venido para deciros adiós -le dijo.

-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -exclamó el Príncipe-. ¿No te quedarás conmigo una noche más?

-Es invierno -replicó la Golondrina- y pronto estará aquí la nieve glacial. En Egipto calienta el sol sobre las palmeras verdes. Los cocodrilos, acostados en el barro, miran perezosamente a los árboles, a orillas del río. Mis compañeras construyen nidos en el templo de Baalbeck. Las palomas rosadas y blancas las siguen con los ojos y se arrullan. Amado Príncipe, tengo que dejaros, pero no os olvidaré nunca y la primavera próxima os traeré de allá dos bellas piedras preciosas con que sustituir las que disteis. El rubí será más rojo que una rosa roja y el zafiro será tan azul como el océano.

-Allá abajo, en la plazoleta -contestó el Príncipe Feliz-, tiene su puesto una niña vendedora de cerillas. Se le han caído las cerillas al arroyo, estropeándose todas. Su padre le pegará si no lleva algún dinero a casa, y está llorando. No tiene ni medias ni zapatos y lleva la cabecita al descubierto. Arráncame el otro ojo, dáselo y su padre no le pegará.

-Pasaré otra noche con vos -dijo la Golondrina-, pero no puedo arrancaros el ojo porque entonces os quedaríais ciego del todo.

-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Príncipe-. Haz lo que te mando.

Entonces la Golondrina volvió de nuevo hacia el Príncipe y emprendió el vuelo llevándoselo.

Se posó sobre el hombro de la vendedorcita de cerillas y deslizó la joya en la palma de su mano.

-¡Qué bonito pedazo de cristal! -exclamó la niña, y corrió a su casa muy alegre.

Entonces la Golondrina volvió de nuevo hacia el Príncipe.

– Ahora estáis ciego. Por eso me quedaré con vos para siempre.

-No, Golondrinita -dijo el pobre Príncipe-. Tienes que ir a Egipto.

-Me quedaré con vos para siempre -dijo la Golondrina.

Y se durmió entre los pies del Príncipe. Al día siguiente se colocó sobre el hombro del Príncipe y le refirió lo que habla visto en países extraños.

Le habló de los ibis rojos que se sitúan en largas filas a orillas del Nilo y pescan a picotazos peces de oro; de la esfinge, que es tan vieja como el mundo, vive en el desierto y lo sabe todo; de los mercaderes que caminan lentamente junto a sus camellos, pasando las cuentas de unos rosarios de ámbar en sus manos; del rey de las montañas de la Luna, que es negro como el ébano y que adora un gran bloque de cristal; de la gran serpiente verde que duerme en una palmera y a la cual están encargados de alimentar con pastelitos de miel veinte sacerdotes; y de los pigmeos que navegan por un gran lago sobre anchas hojas aplastadas y están siempre en guerra con las mariposas.

-Querida Golondrinita -dijo el Príncipe-, me cuentas cosas maravillosas, pero más maravilloso aún es lo que soportan los hombres y las mujeres. No hay misterio más grande que la miseria. Vuela por mi ciudad, Golondrinita, y dime lo que veas.

Entonces la Golondrinita voló por la gran ciudad y vio a los ricos que se festejaban en sus magníficos palacios, mientras los mendigos estaban sentados a sus puertas.

Voló por los barrios sombríos y vio las pálidas caras de los niños que se morían de hambre, mirando con apatía las calles negras.

Bajo los arcos de un puente estaban acostados dos niñitos abrazados uno a otro para calentarse.

-¡Qué hambre tenemos! -decían.

-¡No se puede estar tumbado aquí! -les gritó un guardia.

Y se alejaron bajo la lluvia.

Entonces la Golondrina reanudó su vuelo y fue a contar al Príncipe lo que había visto.

-Estoy cubierto de oro fino -dijo el Príncipe-; despréndelo hoja por hoja y dáselo a mis pobres. Los hombres creen siempre que el oro puede hacerlos felices.

Hoja por hoja arrancó la Golondrina el oro fino hasta que el Príncipe Feliz se quedó sin brillo ni belleza.

Hoja por hoja lo distribuyó entre los pobres, y las caritas de los niños se tornaron nuevamente sonrosadas y rieron y jugaron por la calle.

-¡Ya tenemos pan! -gritaban.

Entonces llegó la nieve y después de la nieve el hielo.

Las calles parecían empedradas de plata por lo que brillaban y relucían.

Largos carámbanos, semejantes a puñales de cristal, pendían de los tejados de las casas. Todo el mundo se cubría de pieles y los niños llevaban gorritos rojos y patinaban sobre el hielo.

La pobre Golondrina tenía frío, cada vez más frío, pero no quería abandonar al Príncipe: le amaba demasiado para hacerlo.

Picoteaba las migas a la puerta del panadero cuando éste no la veía, e intentaba calentarse batiendo las alas.

Pero, al fin, sintió que iba a morir. No tuvo fuerzas más que para volar una vez más sobre el hombro del Príncipe.

-¡Adiós, amado Príncipe! -murmuró-. Permitid que os bese la mano.

-Me da mucha alegría que partas por fin para Egipto, Golondrina -dijo el Príncipe-. Has permanecido aquí demasiado tiempo. Pero tienes que besarme en los labios porque te amo.

-No es a Egipto adonde voy a ir -dijo la Golondrina-. Voy a ir a la morada de la Muerte. La Muerte es hermana del Sueño, ¿verdad?

Y besando al Príncipe Feliz en los labios, cayó muerta a sus pies.

En el mismo instante sonó un extraño crujido en el interior de la estatua, como si se hubiera roto algo.

El hecho es que la coraza de plomo se habla partido en dos. Realmente hacia un frío terrible.

A la mañana siguiente, muy temprano, el alcalde se paseaba por la plazoleta con dos concejales de la ciudad.

Al pasar junto al pedestal, levantó sus ojos hacia la estatua.

-¡Dios mío! -exclamó-. ¡Qué andrajoso parece el Príncipe Feliz!

-¡Sí, está verdaderamente andrajoso! -dijeron los concejales de la ciudad, que eran siempre de la opinión del alcalde.

Y levantaron ellos mismos la cabeza para mirar la estatua.

-El rubí de su espada se ha caído y ya no tiene ojos, ni es dorado -dijo el alcalde- En resumidas cuentas, que está lo mismo que un pordiosero.

-¡Lo mismo que un pordiosero! -repitieron a coro los concejales.

-Y tiene a sus pies un pájaro muerto -prosiguió el alcalde-. Realmente habrá que promulgar un bando prohibiendo a los pájaros que mueran aquí.

Y el secretario del Ayuntamiento tomó nota para aquella idea.

Entonces fue derribada la estatua del Príncipe Feliz.

-¡Al no ser ya bello, de nada sirve! -dijo el profesor de estética de la Universidad.

Entonces fundieron la estatua en un horno y el alcalde reunió al Concejo en sesión para decidir lo que debía hacerse con el metal.

-Podríamos -propuso- hacer otra estatua. La mía, por ejemplo.

-O la mía -dijo cada uno de los concejales.

Y acabaron disputando.

-¡Qué cosa más rara! -dijo el oficial primero de la fundición-. Este corazón de plomo no quiere fundirse en el horno; habrá que tirarlo como desecho.

Los fundidores lo arrojaron al montón de basura en que yacía la golondrina muerta.

-Tráeme las dos cosas más preciosas de la ciudad -dijo Dios a uno de sus ángeles.

Y el ángel se llevó el corazón de plomo y el pájaro muerto.

-Has elegido bien -dijo Dios-. En mi jardín del Paraíso este pajarillo cantará eternamente, y en mi ciudad de oro el Príncipe Feliz repetirá mis alabanzas.

 

 

El magnífico…. Oscar Wilde

Perdí y gane

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Perdí un juguete que me acompañó en mi infancia… Pero gané el recuerdo del amor de quien me hizo ese regalo.

Perdí mis privilegios y fantasías de niño… Pero gané la oportunidad de crecer y vivir libremente.

Perdí a mucha gente que quise y que amo todavía…Pero gané el cariño y el ejemplo de sus vidas.

Perdí momentos únicos de la vida porque lloraba en vez de sonreír…Pero descubrí que es sembrando amor, como se cosecha amor.

Yo perdí muchas veces y muchas cosas en mi vida. Pero junto a ese “perder”hoy intento el valor de “ganar“.

Porque siempre es posible luchar por lo que amamos, y porque siempre hay tiempo para empezar de nuevo.

No importa en qué momento de la vida te cansaste. Lo que importa es que siempre es posible y necesario recomenzar. Recomenzar es darse una nueva oportunidad, es renovar las esperanzas en la vida y lo más importante, creer en ti mismo.

¿Sufriste mucho en este periodo? … Fue aprendizaje
¿Lloraste mucho? … Fue limpieza en el alma.
¿Sentiste rencor? … Fue para poder perdonar.
¿Estuviste solitario en algunos momentos? … Fue porque cerraste la puerta.
¿Creíste que todo se había perdido? … Fue simplemente el inicio de tu mejora.
¿Te sientes solitario? Mira alrededor y encontrarás a mucha gente esperando tu sonrisa para acercarse más a ti.

Recomenzar. Hoy es un excelente día para comenzar con un nuevo proyecto de vida. ¿Donde quieres llegar? Mira alto, sueña alto, anhela lo mejor de lo mejor, anhela todo lo bueno, pues la vida nos trae lo que anhelamos.

Si pensamos pequeño; lo pequeño nos vendrá. Si pensamos firmemente en lo mejor, en lo positivo y luchamos por alcanzarlo; lo mejor va a venir a nuestra vida.

Hoy es el día de la gran limpieza mental. Tira todo lo que te encadena al pasado que te hace daño.

Arroja todo a la basura, limpia tu corazón, haz que esté listo para una nueva vida, y para un nuevo amor si te encuentras solo; pues somos apasionados, somos capaces de amar muchas veces, porque somos la manifestación del amor.

La vida te llama, te invita a una nueva aventura, a un nuevo viaje, a un nuevo desafío.

Proponte en este día a ti mismo que harás todo lo posible para alcanzar tus objetivos.

Te seguiré hasta donde mi mente sea capaz

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Debo anunciarte, antes de que empieces a leer mi testimonio, que en mi mente todos los hechos se encuentran confusos, entre el presente y pasado. A menudo me pasa, y pido disculpas. Pero no puedo ser de otra manera. Quizás haya cosas que superar, o cosas que necesito volver a revisar sobre la vida, y contarlas en presente me ayuda a disolver. Quizás contarlas en presente es volver a tener en mis manos la posibilidad de gritar en el momento justo.
Hablare también en pasado, y luego, sabrás por qué.

I

Ella es tan segura, siempre sabe dónde debe ir, siempre tiene la palabra justa en el momento indicado. Me ha ayudado a superar los momentos más difíciles de mi vida. Aun recuerdo cuando dudaba sobre qué carrera elegir para construir mi futuro. A mí siempre me gustaron los niños, y la idea de enseñar me agradaba. Pensar que podría marcarles el camino del aprendizaje, de decirles tu nombre tiene dos vocales. De deciles ¡es hermoso tu dibujo! ¡Que grande es ese dinosaurio!, o cosas por el estilo. Hoy me alegro tanto de darme cuenta que no era ese el camino indicado para mí, porque no se si toleraría que una niña llore ante mis ojos porque un compañerito le dijo “gordita córrete”, creo que yo mismo me largaría a llorar en frente de sus ojos y solo le diría al niño “que malvado, debes aceptarla” Y aun así, no haría nada por la niña, y el niño se reiría de mis palabras, quizás inocentes. ¿Pero que se le podría decir a un enano con la cara manchada? En fin. Me alegra mucho decir que estoy estudiando medicina, y espero luego especializarme en pediatría, seguiría teniendo así contacto con los niños, y podría ayudarlos pero ahora desde otra perspectiva. Ahora los vería llorar al decirles “te voy a tener que poner esta vacuna, pero no te preocupes, solo vas a sentir que un mosquito te pico” Y luego le regalaría un chupetín, para ver esa sonrisa picara que los niños tienen, esa sonrisa que es contagiosa. Elegí esta carrera además, porque mami siempre quiso que yo sea medico. Siempre me dijo “mi hijo, va a saber que camino tomar, como un buen hombre va a salvar vidas, mi hijo va a ser medico y con orgullo voy a demostrar a todo este pueblo lleno de gente que no sabe nada, que por primera vez alguien hizo algo bueno” Así es ella. Tan segura. Dice que el pueblo en el que vivimos esta sucio por esos cabecitas que parecen camuflarse en la oscuridad, que es mejor poner luces para poder verlos cuando llega el anochecer, y siempre me dijo que me aleje de ellos. Recuerdo cuando quería jugar con los Pérez, los niños de la esquina, ellos eran buenos, pero su color de piel era un poco mas oscura que la mía y la de mami. “Algo habrán hecho para que esa piel sea tan horrorosa” recuerdo que me decía, y nunca me dejo saber qué juegos les gustaban, quizás los chicos miraban las mismas series que yo. Siempre jugaban al futbol en la calle de tierra, sin miedo a los choches que podrían pasar fuerte y sin aviso. Mami nunca me dejo hacerlo, siempre fue precavida y quería que yo este limpio. A mi me parece bien, porque quién quiere besar a un niño lleno de chocolates, y con las muelas careadas. A ella le debo mi dentadura perfecta. A mi me gusta el chocolate, y comería barras enteras, pero la salud es más importante que el placer.

Placeres… siempre fueron un dilema en casa. Sigue estando prohibido quedarse hasta tarde despierto, tomar café, o ver programas en la televisión que puedan apuntar a una excitación de mas. Esas mujeres bailando, semi desnudas y sin capacidad de intelectualidad, no son las mas queridas por mamá. Seguramente no tienen religión, me dice siempre cuando son las diez y el canal sin querer (porque juro que yo no quiero verlas, no mamá, no quiero. Estaba intentado cambiar y el botón se me trabo. Por favor, créeme) se interpone en el arroz blanco que cocino con tanta delicadeza, y que debemos agradecer el señor que tanto ha hecho por nosotros, y debemos dar las gracias por tener la suerte de tener el plato de comida cada día. Y gracias Jesús por dar la vida por nosotros. Y gracias Dios por crear a la mujer. Una mujer, como mamá, que siempre supo que es lo mejor para mí. Y perdón Dios, perdón querido Jesús y la santa María por haber dudado de ustedes todos estos años, y quizás aun no sepa si sus ideas me convencen. A decir verdad, tengo muchas dudas sobre la existencia de cada uno de ustedes… pero mama tiene razón, no debo escuchar a otras religiones mentirosas. Si millones de personas los siguen a ustedes, no deben de estar equivocados. El pueblo sabe. Y mamá también. Mejor rezo un rosario esta noche. Mejor me quito estas ideas malas de mi mente.
Hasta ahora, quise demostrar lo especial que es mi madre para mí. Jamás podría lastimarla, ni hacer algo malo contra ella, tiene la palabra santa, y yo no lo contradigo. Toda la vida fue así, y dudo que algún día cambie.

Pero duele saber que a veces deseo otra vida para mi, y que esa vida es tan insana. Ya sabes, me gustaría acostarme tarde, levantarme pasado el mediodía, faltar a iglesia, maldecir cuando un hecho se agrave. Mirar el cuerpo sin prejuicios, hablar con el negro como con el blanco, con el mexicano, el chileno, el uruguayo, sin pensar es de otra etnia, otra historia otra vida, mejor aléjate. Mirar el cuerpo… el cuerpo… ese envase cuadrado, la cabeza rapada, los bíceps marcados, lo lindo que les queda el traje gris, los pantalones a rayas. Será mejor para todos que quite estas ideas de mi podrida mente…

En mi vida tuve una novia. Fue algo muy confuso, y no estoy seguro de por qué lo hice. Su nombre era Clara. Teníamos la misma edad prácticamente, apenas unos meses yo era más grande que ella. Clara había sido una compañera del secundario, siempre nos sentábamos juntos y hablábamos sobre la vida, nos gustaba filosofear, y preguntarnos cosas, siempre investigábamos sobre otras culturas y soñábamos con ir a vivir a india, porque estamos en contra de la matanza de animales. Clari era linda, parecía un ángel, y seguramente lo sea. Era (por supuesto) rubia, el pelo mas claro que pude haber visto, le caía lacio y prolijo hasta la cintura, tenía los ojos claros como el agua de manantial, nariz pequeñita, como un botón que se cayó de una camisa y se sujeto a su rostro casi perfecto… casi… tenia una boca bien marcada, labios anchos, gruesos, rojos. Pero su lengua era peligrosa, nadie se podía interponer a sus propios ideales y a sus convicciones sociales. Un día decidí presentársela a mama, estaba muy emocionado porque nunca antes en la vida me había sucedido que iban a juntarse las mujeres más importantes que un hombre pueda conseguir. Pero Clari se vestía de una manera muy particular, le gustaban las faldas cortas, las remeras ajustadas, y al parecer los corpiños rojos, o negros que siempre se destacaban en sus remeras transparentes. Le dije que cuando le presente a mami debía vestirse de una manera más formal y adecuada a la ocasión, le dije que debía respetarla, y obedecer a sus órdenes. Le dije “mejor que no digas que tu padre trabaja con la tierra. Mejor no le digas que tu madre fuma”. Clari se enojo. Me dijo esas palabrotas que yo jamás podré decir. Me dijo que ella haría de su vida lo que quisiera y que nadie le diría como actuar. Y ese fue el fin. Se fue. Lo curioso es que mama me decía siempre que las mujeres están pérdidas, y que mejor espere unos años a estar con alguna. A veces pienso que tenía razón, y nos ahorramos una charla de sexo. Aunque dudo haberla podido tener. Aun no conozco el cuerpo desnudo de otra persona, mas que el mío. Aunque me aseguro de no verlo demasiado. Me avergüenza despertarme con el problema matinal que la naturaleza otorga. Aun no voy a procrear y mi sistema genital no responde a mis pensamientos. A menudo me sucede. Muy a menudo. Y debo esconderme de la mirada de mama, porque me avergüenza que piense que en la noche sueño con placeres. Tengo miedo de que algún día me pregunte quien me parece hermosa. Tengo miedo, porque debería corregirla, y decirle “nadie me parece hermosa” y sospechosa me miraría, pero como la respuesta seria de su agrado, allí quedaría olvidada la charla. Lo que no sabe mami, es que a esa respuesta yo debo agregar “En realidad, alguien me parece hermoso”

II

Cuando lo miro mi cuerpo tiembla, mis palabras se traban, mi voz se endulza, mi mirada brilla. Los martes y los jueves son mis días preferidos. Son especiales porque durante cuatro horas diarias puedo escuchar y verlo a él. Con sus sabias palabras, con su libertad, con sus expresiones delatadoras de su elección sexual. Su nombre es Valentín. Es mi profesor de Anatomía. Que ironía, que justo él dicte la materia. Que ironía que este año aprendamos el sistema reproductor. Me ruborizo cada vez que el pronuncia las partes del cuerpo, cada vez que señala en la lamina.
En un mes debemos entregar un trabajo práctico sobre el tema, debemos investigar sobre cada órgano, debemos estudiarlo y luego exponerlo. Creo que ese día faltare. No creo tener la fuerza necesaria para presentar algo que me crea caos interior. Y sin embargo, no puedo faltar, porque a sus clases he ido hasta sintiendo fiebre, porque necesito verlo. Necesito olerlo. Creo que Valentín sospecha sobre mi condición, creo que sabe sobre mi problema. Tal vez soy muy obvio.

Podría llevar años hablando sobre él. Y no terminaría. Pero debo pasar a lo importante de mi historia, para que se pueda entender el final. No quiero adelantarme. Preferiría detenerme en su descripción, preferiría que la historia hubiese continuado como estaba. Preferiría otro destino. Pero debo contarlo. Debo decirlo. Debo dar mi testimonio.

Dije que Valentín sospechaba por mis actitudes. Y lo confirme, cuando me invito a tomar un café, aquel martes 18 de agosto, en el bar de la esquina de la facultad. No pude resistirme y no pensé que tendría algo de malo que un alumno y un profesor entablen conversación fuera del ámbito estudiantil.

Recuerdo que era un día frío, con mucho viento, se sentía un leve rocío caer sobre los hombros. Recuerdo que el bar era bastante pequeño y disimulado. Tenía manteles marrones, como casi todo en el ambiente. Las sillas, las mesas de madera, hasta el delantal del mesero, todo era marrón. Nos sentamos en una mesa alejada de las demás, casi escondida, pareciera ser puesta para que nadie pueda ver, para pasar desapercibida, para esconderse de las miradas que emiten juicios, para escapar de las palabras de los demás. Quizás de las palabras de nosotros mismos. Quizás, quizás haya estado equivocado ese día, quizás nunca debí haber aceptado la invitación. Recuerdo que él pidió un café doble, y yo un capuchino. Le gustaba ponerle tres cucharadas de azúcar. Le gustaba acompañarlo con medialunas grasosas, y luego fumar un cigarrillo, o dos.
Y yo seguía tan estructurado como siempre. Yo tome mi capuchino con edulcorante, galletitas sin gluten, y por supuesto, luego tomaría cuanto mucho, un vaso de agua. O quizás una bebida sin gas. ¿Cómo olvidar su boca apoyada en la taza, como olvidar que tomaba el café casi sin soplar? Si ese día fue uno de los más importantes en mi vida… Casi irreal. Aun no sabía si lo que estaba pasando no era producto de mi imaginación. De mis más profundos deseos. Lo tenía ahí, frente a mí, mirándome, hablándome especialmente. Ya no era uno más al que debía dar su lección. Ahora estaba contándome de su vida, era profesor hace ya varias décadas, siempre le había gustado la medicina y el poder curar, salvar. (Palabra importante SALVAR.) Tenía cuarenta y ocho años, confeso sin modestia. En realidad parecía de menos. Las arrugas no se le notaban, las canas aun no aparecían. Irradiaba felicidad, seguridad, confianza, alegría. ¿Les dije que mama tenia cincuenta y tres años? Que poca la distancia había entre ellos con los años vividos. Y cuanta distancia había entre sus ideales, sus metas y sus proyectos de vida.

III

Valentín me miraba de una manera especial. Se percibía, y lo pude dar por hecho cuando luego de dos horas hablando sobre temas sin mucha importancia, tomo mi mano con su delicada piel, que suave textura tenía, que delicadeza, al decirme que yo le interesaba más que como un simple estudiante. No quería enseñarme anatomía, quería mostrarme el camino de la vida, quería abrir mi mente, y demostrarme que mi madre no era todo en la vida, no era todo brillante lo que ella decía. Por supuesto que lo que dijo me lastimo, no podía aceptar que hable así de mi creadora, de la persona que me educo y me llevo por el camino del bien todos estos años, que si era un desviado aun estaba a tiempo de hacer las cosas bien. Pero él me confundía. Creo un caos en mí. Una contraposición de sentimientos. Amaba a mi madre, jamás quise lastimarla. Pero Valentín tenía mucha influencia en mí, y no dudaba que a pesar de todo, era lo que yo quería. No pude hacer más que llorar, deseaba gritar pero no podía. Él me tranquilizo y me dijo que estaba bien, y que me entendía, también le había costado trabajo asimilar y aceptar ir en contra de una sociedad en que te etiquetan y te clausuran, que te discriminan, apuntan, señalan y expulsan si no coincidís. Pero creía en mi fuerza, el deseaba que yo me exprese, que me deje ser. Por primera vez en la vida, alguien me estaba diciendo que sea lo que desee. Que no me fije en el qué dirán, y la imagen proyectada de un ideal inalcanzable. Por primera vez, alguien me estaba queriendo salvar de una vida que llevaba y no deseaba, no me gustaba. Por primera vez, pude experimentar la libertad. Me dijo que vayamos a su casa, porque en el café no íbamos a poder hablar con tanta libertad que hacia falta. El quería que extienda mis alas, que vuele. Y así lo hice. Fui a su casa, en Almagro. Era grande, espaciosa, tenia un cuarto especialmente para expresiones artísticas, tenia hojas, lápices, pizarras, paredes con grafitis hechos por Él, no pude contar la cantidad de libros que había allí, tantas novelas, tantos cuentos. Pude ver que también le gustaba la fotografía, y sus fotos eran cuerpos abrazados, mujeres con mujeres, hombres con hombres, mujeres con hombres, también había besos, también había palomas volando, risas, tonos con colores fuertes e impactantes. Prometió que algún día me tomaría a mí una fotografía donde se demuestre que había podido salir de mi jaula, y ese hecho lo guardaría para siempre.
Hicimos una recorrida casi turística por su casa, y nos decidimos quedar en el comedor, porque allí había un cómodo futon que invitaba a hablar. Y lo hicimos, hablamos como nunca había hablando con alguien. Cada palabra que decía me identificaba, me acercaba más a sus ideales que a los que llevaba impuestos durante dos décadas. Fue la experiencia mas grata que pude haber tenido. La suerte más esperada. Todo se modifico a partir de Valentín. Me salvo.

IV

Los días pasaban y mi mente se expandía mas, se abría paso a nuevas metas. Estaba cambiando mi concepto sobre moral. Y mi madre lo podía ver. Una noche decidí imponerme. Junte coraje y quise hacer lo que siempre desee y nunca pude. Pero ya estaba cansado para empezar en ese instante. Pero en mi mente ya lo pronosticaba. Todo se modificaría, guste a mi madre, o no.
La mañana del primero de septiembre, me levante a las diez. Mi madre me regaño por haber faltado a la universidad, y yo le grite que se vaya a otra parte. Di un portazo a la puerta central, tome el primer colectivo que paso, y me fui a la casa en Almagro. Allí estaba Valentín regando el jardín cuando llegue. No me esperaba, pero tampoco pareció importarle que el plan no haya sido así. Me abrió el portón, y sin decirle nada, me abalance sobre el, y lo bese como nunca antes había besado otro cuerpo. Pasaron pocos minutos, y ya éramos una sola persona. Ya no importaba no haber tenido nunca una lección sobre sexo, estaba improvisando, y dejándome ser. Pasaron cinco horas, y regrese a mi casa.
Mi madre me miro, y me dijo a donde había estado. Yo le conteste “Teniendo sexo con mi profesor, ¿te importa?” Mi madre me dio un sopapo, me sentó en la silla de la cocina y me grito, me insulto y me deseo la muerte. Me dijo que era mejor que tome mis cosas y me retire de la casa. Ella no viviría con un mono, con un homosexual, con un delincuente. Me dijo anormal. Y me volvió a pegar.

V

No me arrepiento de lo que hice, y si debo volver a hacerlo, lo volvería a hacer. Debo contar el final de la historia. No fue el mejor, pero no se esperaba menos. Yo debía ser. Yo debía expresarme. Debía despojarme de las etiquetas y los prejuicios. Debía hacer entender a mi madre que camino quería para mí. Nunca hubiera pensado en lastimarla. Yo no quería lastimarla. Pero no me dio otra chance.
Esa noche me fui a caminar al barrio. Fui a hablar con los “negros” como ella los nombraba, y ellos me hicieron reír. Ellos me hicieron olvidar las diferencias. Luego fui a una panadería, y comí dulces. ¿Cómo puede ser que desperdicie tantos años sin esa delicia?
Hice cosas que nunca antes me había permitido, y fui feliz. Pero necesitaba ponerle
un fin a todo lo que me hacia mal. Debía terminar con mi madre. Ella no razonaría.

Yo no volvería a hacerle caso. Me deje ser.

La vi acostada, durmiendo con un gesto de disgusto, recordé sus miradas criticas. Recordé la cárcel en que me encontraba. La mire durante media hora. Luego fui a la cocina, busque el cuchillo mas afilado que teníamos en la casa. Elegí su favorito, el que usaba para cortar las verduras, las sanas verduras. Casi sin darme cuenta, hundí el cuchillo en un terrón de azúcar. Lo lamí. Camine hacia su cuarto. La volví a mirar.
Me acomode en su cama, la acaricie, le roce el cuchillo en su boca. Quise que sienta el frío del metal con el frío de sus palabras. Me acomode en posición fetal, y ella con los movimientos se despertó, me dijo “te has dado cuenta que nunca debiste crecer, y nunca debiste cambiar las ideas que mami te enseño. Ahora me abrazas, y yo vuelvo a sentir que te tengo en mí” Ella seguiría hablando. Pero la chiste y le dije “tus palabras ya no me dicen nada. Tu boca solo critica, tus palabras solo lastiman. Tus ideas solo encierran. Yo ya he salido de aquí” le dije, mientras le clavaba el cuchillo azucarado en el útero.

VI

Hoy soy fugitivo, hoy escapo de la policía. Es una ironía, mi madre me encerró durante veinte años, y para escapar tuve que asesinar. Cuando asesine, tuve que escapar, para que alguien más no me vuelva a encerrar. Valentín me salvo. Pero no estoy con él. Fue solo el principio de esta batalla a la que no le daré tregua.

Apenas comencé mi historia, confesé que hablaría en dos tiempos. Pasado y presente.
Hable en presente, porque ese tiempo me sitúa en el momento exacto, y siento las cosas mas vivas, como si a medida que lo contara, lo viviera. Necesitaría volver a vivirlo para poder cambiar. Y quizás la historia tendría otro giro.
Hable en pasado, porque ya no necesito volver a pasar por esos caminos. Ya lo decidí y lo afronte. Siempre llevare la marca de la libertad, cuando vea un bar, cuando vea una foto, cuando vea una pintura, siempre sentiré la mano de Valentín, y la cadena suelta.

Laura Lumbreras

A la orilla de la chimenea

Estándar

Puedo ponerme cursi y decir
que tus labios me saben igual que los labios
que beso en mis sueños,
puedo ponerme triste y decir
que me basta con ser tu enemigo, tu todo,
tu esclavo, tu fiebre, tu dueño.
y si quieres también
puedo ser tu estación y tu tren,
tu mal y tu bien,
tu pan y tu vino,
tu pecado, tu dios, tu asesino…

o tal vez esa sombra
que se tumba a tu lado en la alfombra
a la orilla de la chimenea
a esperar que suba la marea.

Puedo ponerme humilde y decir
que no soy el mejor
que me falta valor para atarte a mi cama,
puedo ponerme digno y decir:
«toma mi dirección cuando te hartes de amores
baratos de un rato… me llamas».
Y si quieres también
puedo ser tu trapecio y tu red,
tu adiós y tu ven,
tu manta y tu frío,
tu resaca, tu lunes, tu hastío…
o tal vez ese viento
que te arranca del aburrimiento
y te deja abrazada a una duda,
en mitad de la calle y desnuda.
y si quieres también
puedo ser tu abogado y tu juez,
tu miedo y tu fe,
tu noche y tu día,
tu rencor, tu por qué, tu agonía…

o tal vez esa sombra
que se tumba a tu lado en la alfombra
a la orilla de la chimenea
a esperar que suba la marea.

Dos viejitos

Estándar

Vos sabes, soy un buen partido para ti
Viudo y jubilado del ferrocarril
Aunque vos sos muy buena moza para mi
Te corte un ramo de rosas del jardín
Sin bastón a tu lado me animo a caminar
Y a dejar las pastillas para el corazón

Quise decirte un secreto, respondiste no te escucho
Tuve que decir mas fuerte que yo te quería mucho
Y me puse colorado pero me anime a decirte.

No hace falta ser un niño para ver una princesa
No preciso ver de lejos si yo te tengo tan cerca
Si me tomas de la mano siento que me das un beso
Dejame abrazarte fuerte aunque te duelan los huesos

Desde que me diste ese beso aquella vez
Me cambio el humor y me siento muy bien
Ya no pincho las pelotas que me caen en el patio
Y me compre cuatro discos de Gardel
Preparate este Domingo nos vamos juntos al Bingo

No hace falta ser un niño para ver una princesa
No preciso ver de lejos si yo te tengo tan cerca
Si me tomas de la mano siento que me das un beso
Dejame abrazarte fuerte aunque te duelan los huesos

-Los Caligaris-

Preguntas

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¿Cuántos sueños tendrá mi almohada?
¿Cuántos besos tendrá mi boca?
¿Cuántas horas te habré pensado, cuantos días imaginado junto a vos?

¿En cuántos de tus sueños en tu almohada yo estaré presente?
¿Cuántos besos habré robado de tu boca?
¿Algun día en un efímero instante de amor habré estado en tu mente?¿ me habras imaginado, mas alla del peso de la soledad y la necesidad?

Hello world!

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